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Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill

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Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill Empty Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill

Mensaje por sel10 Lun Abr 22, 2019 8:50 am

Cuenta: sel101
Nombre: Bippi Ryskill
Sexo: Femenino
Raza: Mediana
Alineamiento: Neutral Buena
Deidad: Tymora
Clases: Pícara/Danzarín
Historia:


Estoy frente a una casa que acaba de derrumbarse, el fuego terminó por echarla abajo. Un guardia sostiene un bebé que van a llevar al hospicio. Conocía esa familia, al fin y al cabo, eran medianos como yo. Alguien menciona el apellido, creo que no lo sabía. Recuerdo entonces a una familia de medianos, bastante extendida en su zona, con los que tuve el placer de cruzarme en una de mis perrerías de juventud, se hacían llamar los Ryskill, eran bastante orgullosos, me cayeron bien, se ve que continuaron extendiéndose. Miro a la niña y contemplo su futuro: una mediana en un hospicio, probablemente acabe en un circo, si tiene suerte. Caigo en la cuenta de que me está mirando, aunque de una forma especial, supongo que es como miran los bebés… como si pudieran ver tu alma y todo lo bueno que esconde en el fondo, muy en el fondo. Oigo por primera vez su nombre, lo ha mencionado uno de los guardias: Bippi. La culpa me corroe, no entiendo por qué, ¿qué le debo a esta cría? Hago ademán de marcharme, pero cometo el error de volver a mirar a la criatura que no ha dejado de mirarme, casi parece acusarme ahora. No lo entiendo, pero me acerco al guardia y le explico que soy su tío, no sé por qué lo hago, quizá es una forma de ajustar las cuentas para cuando llegue mi hora. Poco importa el por qué, me encamino a la posada con el bebé en brazos, es una sensación extraña, y no tengo ni idea de cuidar de estas cosas.

… Estoy en el bote, veo nuestro barco ir a darse contra las rocas, cerca de un faro…

Bippi me coge de la mano, caminamos por el mercado y la enseño a ganarse la vida. “¿Cuántas has cogido? ¿Viste al noble gordo?” La pequeña me asiente con una sonrisa y me muestra una bolsita de oro que aparenta ir bien cargada. Siento orgullo por ella. Me pregunta si lo que hacemos está bien, le explico que solo si al que se lo hacemos se lo merece. Me pregunta entonces por el noble gordo, siempre tan curiosa esta niña. Le señalo a un pobre que pide en una punta del mercado, después hago igual con el noble gordo. “Si él quisiera -le explico- podría darle parte de lo que tiene, y ni uno estaría gordo ni el otro se moriría de hambre, ¿comprendes?” Bippi asiente, es tan avispada esta cría… saco unas monedas de la bolsa del noble y le señalo al pobre, sonríe cuando va a entregárselas.

… Mi bote se adentra en el mar, tiro los remos...

Estamos en el puerto, es de noche y Bippi debe irse a dormir, se cuela en uno de los almacenes y yo parto hacia quehaceres que ella no comprendería, o quizá que no quiero que vea. No me siento mal por dejarla dormir como una vagabunda, la vida es dura, cuanto antes se dé cuenta mejor. Me digo a mi mismo que al menos tengo los muelles controlados. En el fondo, muy en el fondo, puede que sienta pena por dejarla ahí tirada.

… Siento que la vida se me escapa …

La habitación está completamente a oscuras. “Te estoy oyendo” Le digo a Bippi, que maldice para sí por lo bajo. Enciendo una vela y vuelvo a explicarle como debe hacerlo. No es la primera noche que la enseño a usar sus habilidades, progresa rápido, aunque aún es torpe. Me pregunta como es el mundo de las sombras, ya le había hablado de él. Estamos sentados sobre la cama y vuelvo a contarle la historia, con la que parece disfrutar. “Dicen que cuando te adentras mucho en ese mundo una parte de ti queda ligada a este para siempre, como una copia de lo que eres, o fuiste…”. Continuo hasta que se queda dormida en mi regazo, hoy no dormirás en los muelles...

… Solo puedo pensar en Bippi…

Unos tipos se pelean en la taberna mientras Bippi y yo comemos en una mesa apartada. Le señalo a los tipos y le digo que eso es lo mejor que puede encontrar, porque siempre queda alguno inconsciente y esos no se quejan cuando les robas. Me pregunta por sus padres, me pilla con la guardia baja, la he enseñado bien. Nunca le oculte que no era su padre, ni un familiar siquiera, siempre le dije que me llamase Maestro, supongo que era cuestión de tiempo que preguntase. Le explico que murieron, pero eso no la satisface e insiste, quiere saber su apellido. Su apellido, el de una familia de la que probablemente ya nadie se acuerde, creo que ni yo lo hago, la edad empieza a pesarme... Clamo a Tymora por una ayuda, por ella, no por mí. Se cruza en mi mirada un tipo de esos, un charlatán, de los que te piden cuatro monedas por contarte algo que probablemente nunca ocurrió, y sonrío. “¿Pero es que no lo sabes? ¡Bippi! ¡Tú eres una Ryskill!” Me mira fijamente con un brillo en los ojos y continuo con la historia “Los Ryskill son una larga estirpe de bravos medianos, ¡sobre todo medianas! Valerosos como ninguno, avezados a la aventura y curtidos en ella” Mis gestos y la forma de contárselo la hacen sonreir, le acaricio la cabecilla y paso el resto de la noche contándole historias sobre los Ryskill, a cada cual menos creíble pero más emocionante.

…La echo tanto de menos…

Estoy con Bippi en el templo de la Dama Sonriente, le he dado dos monedas para ofrecerlas a Tymora, ella me espera jugando a lanzarlas al aire y atraparlas antes de que caigan. Por fuera ya es mayor pero por dentro sigue siendo mi niña. El sacerdote me conoce, suelo venir por aquí, así que no se anda con rodeos. “Deberías poner tus asuntos en orden” Dice mirando a Bippi. Siento que el corazón me va a salir del pecho, ¿tan grave es? Siempre pensé que moriría en la horca, o en alguna aventura que se torciera. Miro a Bippi mientras juega, sintiendo más lástima por ella que por mí. Le digo que vaya a los muelles y no se aleje, quizá demasiado brusco, me marcho antes de que pueda verme débil.

…No lo soporto más…

El tipo que contraté me da la información que le solicité. Hay una Ryskill que regenta una taberna en un apacible pueblo de medianos, en unas islas llamadas de Aslarn, quedan lejos. Durante estas semanas he aprovechado para dejarlo todo bien atado sin cabos sueltos que vayan a llamar a la puerta de Bippi con una daga como presente. No tengo mucho ahorrado, nunca lo he tenido, siempre era más fácil vivir el día a día. Al menos me ha dado para alquilar un barco, la tripulación no es la mejor, pero no son diestros con la espada y eso siempre alienta cuando el mar es el único testigo. No he querido, o no he podido, decírselo a Bippi, ella siempre está sonriendo y riendo a cada rato, habrá quien piense que soy egoísta... poco importa ya.

…Siempre estaré a tu lado, Bippi…

Estamos en el barco, hemos divisado tierra, no se cuanto tiempo llevamos de puerto en puerto, semanas quizás, pero este parece el definitivo. Perdimos algunos hombres por el camino, decidieron mirar más de lo debido a mi niña y, a estas alturas, lo que tenga que rendir lo haré con la muerte en persona. Hay una trifulca, una tormenta podría darnos alcance antes de tomar el puerto. Les insto a continuar pero no están por la labor. La cosa se pone fea y no tardo en poner dos palmos de acero entre los ojos del primero en darse cuenta de que un cuchillo puede usarse para algo más que pelar patatas. Se calman, pero la discusión nos pasa factura y se nos echa encima la tormenta. Veo a Bippi salir de la bodega, esta aterrada. Un golpe de viento la hace tambalearse y va a darse contra el mástil. El corazón casi me salta del pecho, corro a ayudarla y la llevo dentro, esta inconsciente. Mientras la tormenta amaina me siento desfallecer “Aun no”, me digo. Subo a la cubierta, me cuentan que ha habido dos bajas, cayeron al mar. El que se hace llamar Capitán, un completo idiota, me pide más dinero por la muerte de sus tripulantes. Puedo ver la playa desde donde estoy, así que no le doy más vueltas. La sangre no tarda en cubrir la madera del barco. Arrojo los cuerpos al mar y preparo un bote. Me dirijo con él a la costa, Bippi sigue inconsciente. La dejo en la arena, no se despierta. Veo pasar una caravana por una carretera cercana, me acerco a preguntar. La amable pareja de campesinos la llevarán hasta una posada, conozco a este tipo de gente, harán todo lo bueno que puedan por ayudarla y después estarán hablando de ello todo un mes. La veo alejarse, el corazón me da un vuelco y siento ganas de vomitar. Estoy en el bote, veo nuestro barco ir a darse contra las rocas, cerca de un faro… Mi bote se adentra en el mar, tiro los remos... Siento que la vida se me escapa… Solo puedo pensar en Bippi… La echo tanto de menos… No lo soporto más… Siempre estaré a tu lado, Bippi… 

Tras perder no solo a su maestro sino a quién había sido un padre para ella Bippi tuvo que buscarse la vida en una nueva tierra. Por suerte su carácter alegre y jovial hizo que al poco forjase fuertes amistades y conociera a Lizz, quien se convertiría en el amor de su vida. Al conocerla Bippi entraría en una nueva etapa de su vida en la que jamás antes había sido tan feliz. Abrumada por los sentimientos que por primera vez la invadían tuvo que dejar de improviso las islas que tantas nuevas oportunidades le habían brindado. Y es que, para desgracia de ambas, Lizz no era bien vista en la ciudad por su ascendencia dracónica y Bippi, por su parte, tampoco lo era en el asentamiento élfico. Siendo aceptadas únicamente en el apartado poblado de gnomos y medianos y coincidiendo, precisamente, con todo cuanto estaba sucediendo, fueron a visitar estas islas el circo itinerante al que Lizz pertenecía de joven, del que además de interminables jornadas de festejos sacaron un nuevo destino dónde los compañeros de Lizz afirmaban que podrían vivir en paz, que contaba con un templo de la diosa Laira y un clero al que la semidragona podría unirse (pues era esta su intención); y que, además, se decía que entre sus pueblos contaba con uno mediano. Sin nada que perder y mucho que ganar la variopinta pareja abrió un nuevo capítulo en sus vidas al embarcarse en busca de esas extrañas tierras que tenían por nombre "Arthena". Y es que a ninguna le asustaba la aventura y siempre se mantenían firmes ante la adversidad, sujetas al estrecho lazo que el amor mantenía unido fuese cual fuere el obstáculo que se les presentase. Para ellas su mundo yacía a su lado cada noche y, el resto, solo eran variaciones que los dioses hacían de la existencia y que poco les importaban.

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Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill Empty Re: Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill

Mensaje por sel10 Mar Mayo 21, 2019 1:23 am

Nada más poner un pie en el reino de Rhodesia de Arthena comenzaron los problemas. Para permanecer en este debían convertirse en “ciudadanas” del mismo o, al cabo de un tiempo, serían expulsadas. Sin pleno conocimiento de lo que esto significaba la pareja fue hasta el templo de la tríada, encargados sus jueces de la concesión del título. Tras mantener una breve charla con uno de los sacerdotes del dios de la justicia les quedó una idea más clara de lo que debían hacer, en resumidas cuentas: ser útiles para el reino. Por suerte una de las formas de conseguirlo era la del matrimonio, por lo que bastaba con que una de ellas obtuviera la ciudadanía para que, tras las nupcias, ambas la recibieran.

Durante los primeros meses Bippi había aprendido algunos oficios que le vendrían bien para obtener la maldita ciudadanía y, de paso, sacar algunas monedillas (que nunca vienen mal). Sus pequeños y ligeros dedos le servían de maravilla para la creación de joyas, como ella misma decía siempre “como soy más pequeñita me fijo más en los detallitos”.

Entretanto, los problemas no cesaban de caerles uno tras otro, pues no todo fueron amables visitas al albergue junto a Lizz para entregar ropa y comida, o alegres paseos por los caminos y las ciudades de Arthena. Primero esa tal “inquisidora” que les contrató para proteger su barco y su valiosa carga, la cual descubrirían que se trataba de una elfa de piel oscura cuya raza más tarde le explicarían que tenía por nombre “drow”. Unos malvados seres que vivían en lo más profundo del mundo, las cuevas de la infraoscuridad. La cosa se torció al llegar a su destino, una pequeña islita apartada de todo y en la que había un extraño portal del que salieron más y más elfos de las cuevas. El enfrentamiento fue inevitable y algunos perecieron, por suerte aquel día la mayoría regresaron con vida.

Pasadas algunas lunas les caería otro apuro peor todavía que el de la inquisidora, pues al menos aquel estaba remunerado. Este se trataba de un extraño nigromante, algo que Bippi no comprendió hasta que se lo hubieron explicado. Según como ella lo entendió “un nigromante es un mago malo que juega con los apestosillos”, que era como ella se refería a los muertos vivientes. Con este tipejo tendrían más de un encontronazo, como aquel en el que le persiguieron hasta las alcantarillas y cayeron en su trampa, viéndose encerrados en una jaula. Aquel día el nigromante les ganó la mano, literalmente cortó el brazo de la pobre Elhedir. Gracias a Tymora que lograron escapar y llevarla a tiempo al templo de la tríada.

Hubo otra ocasión en la que se enfrentaron a un enemigo parecido a ese tal nigromante o, al menos, así lo percibió Bippi, pues este también jugaba con apestosillos. Fue cuando partieron en busca de la hermana mayor de uno de los niños del hospicio que acabaron, de nuevo, en las alcantarillas de la ciudad. “Otro vestidito a la basurilla, brff…” maldecía la mediana para sus adentros. Estando ahí la diosa fortuna volvió a sonreír a Bippi cuando no tuvo otra ocurrencia que lanzarse sin miramientos a un portal que encontraron y que la conduciría hasta la guarida de ese otro extraño nigromante, o lo que diablos fuese. Aturdida despertó cuando el resto de compañeros ya habían cruzado junto a ella. Sin cerciorarse de todo cuanto ocurría se vio envuelta en una pelea contra un extraño ser del que, al caer, salió una neblina fantasmal hasta un sarcófago cercano. Bippi, que no era muy dada a los estudios, estaba aterrada ante el “fantasmita” que acaba de contemplar. Y más lo estuvo cuando vio a sus compañeros abrir el sarcófago, clavar una estaca y prender fuego a lo que sea que hubiese dentro. “¡Tymorita, se han vuelto loquitos!”. Escaparon de aquel lugar con el cadáver de la muchacha que habían ido a buscar junto a un nuevo compañero que apareció en busca de la presa que acababan de abatir, un tipo con ropas muy oscuras, casi parecía que llevase a la propia noche echada por encima. Este les habló del enemigo al que se enfrentaban y previno al grupo sobre el mismo, además de ofrecerles ayuda para traer de vuelta a la pobre chiquilla. De no ser por el abrazo de Lizz aquel día Bippi no habría pegado ojo.

De entre todas sus aventuras cabe destacar otra en la que, aunque no corrieron mayores peligros, quedaría marcado en el recuerdo de Bippi durante semanas. Fue una en la que encontraron unos extraños cristales en posesión de unos contrabandistas, en la guarida que tenían cerca del camino del sur. Tras recuperarlos y devolverlos a Guntar, el enano legítimo dueño de los cristales que este llamaba “servocristales”, les hizo saber que cada uno estaba valorado en millones de piezas de oro. Bippi jamás olvidaría haber tenido en sus manos gemas de semejante valor, y durante semanas no se perdonaría haberlas entregado tan despreocupadamente. “Jo, pero eran suyas, hice bien” se dijo a sí misma hasta que pudo olvidarse de todo el asunto.

Aunque aquella fue una que prefirió olvidar, hubo otras que recordaría y guardaría siempre en su memoria. Aquel día partieron hasta Ciudad Mercantil acompañando a Thergan, un enano amigo de la pareja con mucha maña para la herrería. Este debía entregar un cargamento que le habían solicitado para algo de Khar-Dun, la ciudad enana a la que pertenecía Therg. Bippi no prestó demasiada atención, como es habitual. Estando en el barrio norte de Mercantil les explicaron que el Capitán de la guarnición había partido de vuelta a su tierra, por lo que no les quedó otra que ir hasta allá, no estaba lejos. De camino se toparon con una caravana que había sido asaltada recientemente, dado que estaban rodeados de nieve no fue difícil seguir el rastro hasta una cueva cercana. Orcos pálidos cayeron uno tras otro mientras el trío se abría camino hasta su campamento. Para desgracia de Thergan cuando revisaron los barriles que habían robado ya habían vaciado uno por completo. Haciendo rodar los otros dos hasta regresar a la caravana subieron estos junto a los cadáveres de los enanos asaltados y lo empujaron hasta las puertas de Khar-Dun. Ya en su destino nombraron a Therg soldado del reino enano y, aprovechando la presentación que Lizz debía hacer en el templo de Laira para su ingreso, regresaron hasta este para celebrar el ascenso del enano y, poco después, el de su amada.


Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill Presen10


Del principal motivo del viaje de la pareja hasta Arthena la semidragona no era mal vista en el reino, o no demasiado; consiguieron encontrar el poblado mediano, que sus gentes llamaban Arroyo Tranquilo y en donde vivían otros Ryskill; y finalmente Lizz fue aceptada en el templo de Laira de Ciudad Mercantil. Por lo que, en definitiva, aún con todo les va bastante bien.


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Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill Empty Re: Historia de Bippi, Bippi Ryskill, de los Ryskill

Mensaje por sel10 Vie Jul 03, 2020 4:24 pm

Habiendo enviado una carta a sus primas Rugriam y Meredith, las medianas no tardaron en poner en venta la taberna que regentaban, hacer las maletas y marchar rumbo a Arthena al encuentro de Lizz y Bippi. Mientras, la pareja se ocupó de informarse por el precio del edificio que en días mejores había sido la posada de Arroyo Tranquilo que, al encontrarse cerrada, dedujeron que podrían hacerse con ella de alguna forma. Preguntando por el poblado les indicaron que el alcalde se hallaba en una torre cercana al edificio que pretendían comprar, dónde, además, poseía una pequeña tienda de espléndidos cintos. Tras un breve regateo el precio quedó fijado en cerca de 8 millones de monedas.

Con el tiempo en su contra, pues sus primas no tardarían en llegar, no les quedó otra que reunir cuanto pudieran a la carrera y confiar en que estas trajeran consigo una buena suma, producto de la venta de la taberna que dejaban atrás, además de lo que pudieran tener ahorrado.

Con todo, finalmente, solo tuvieron que aportar la mitad, ¡que no era poco!

Con su familia cerca y Lizz haciéndose un camino en el templo de Laira, Bippi decidió que era hora de buscarse un empleo, pero le daba tanta pereza… y, además, había otras cosas que le rondaban por la cabeza.

Entre otras, y la que más quebraderos de cabeza le daba, era todas las personas que conocían cada día, como solía decirse con apuro: “Quieren robarme a mi amorcillo, ¡eso no puede ser!”.

Aunque había otras, claro, más apremiantes que la posibilidad de que le robasen a su amorcillo…

Como el secuestro que sufrió Clara, la ayudante del albergue, gran amiga de Lizz y de Bippi y a la que, por suerte, lograron rescatar. Curiosamente, el que se convertiría en esposo de la voluntaria, Arturo, también sería rescatado por las dos, cuando desapareció en las montañas heladas de la Cordillera Celestial. Había sido enviado allí por la Orden de las Lanzas, pues era uno de esos Caballeros, en busca de un seguidor de La Bestia, Malar, que había causado estragos por la zona. Dada su ascendencia, Lizz poseía una resistencia innata a las bajas temperaturas, por lo que abrió la marcha, mientras Bippi se recogía en su capa más congelada que… bueno, más congelada que una mediana en la nieve. “Brff... podría haberse perdido en una despensita gigante, calentita y llena de comidita rica” se decía imaginándola, tratando de centrarse en otra cosa. Finalmente darían con Arturo, malherido en un inhóspito refugio de las montañas, por desgracia la amenaza malarita logró escapar a lomos de un enorme oso, y no la volverían a ver merodear por la zona.

Aunque más problemas acontecieron a la variopinta pareja, Bippi nunca olvidará el día que perdió una fortuna que, encima, ni siquiera sabía que tenía. Durante algún tiempo dieron con una serie de gemas brillantes de cierto valor, cuyo brillo y belleza superaban con creces lo que les ofrecían por ellas, por lo que, normalmente, las guardaban para utilizarlas como fuente de luz. Debido a ello y coincidiendo con una mala racha de la posada que regentaban las primas de Bippi, a la semidragona se le ocurrió una forma de reducir el gasto en velas y, con ayuda de Thergan, crearon una serie de lámparas que guardaban en su interior las brillantes gemas, cuya luz no parecía agotarse nunca. Pasado un tiempo, alguien ofreció una importante suma por algo que llamaba “Gema de Fuego”, por lo que se formó una expedición en su busca. Cual fue la sorpresa de la pareja al darse cuenta de que esa gema que llamaban “de fuego” era la misma que llenaba, entre otras, sus lámparas en Arroyo Tranquilo. El rumor se corrió tan rápido que, antes de que pudieran hacer nada, terminaron por robarles todas las gemas en sus propias narices.

Entretanto, las idas y venidas a la ciudad propiedad del dragón de amatista se hacían cada vez más habituales. Cynthia, su amiga verde, necesitaba información sobre unos dragones, ¿quién mejor que otro para dársela? Y, como era habitual en la arrogante serpiente con alas, pidió algo a cambio: una gema de hielo que estaba en posesión de un semidragón en un templo a Áuril, templo que ya conocían y que se hallaba en la Cordillera Celestial. Así que, claro, tuvieron que conseguirla para obtener la información. Asimismo, Lizz aprovechaba para preparar el alimento favorito, pues lo comía con gran deleite, del señor de Che’el Thalra: pescado relleno de gemas. Pues más adelante ella también lo visitaría, siempre junto a su mediana de ceño fruncido, para seguir practicando el antiguo y complicado idioma de los dragones.

Pero no todo fueron problemas, Lizz consiguió por fin su ciudadanía haciendo que su futura boda se convirtiera en algo real. Uniéndose en matrimonio Bippi conseguiría también los papeles de Rhodesia y era algo que llevaban tiempo contemplando, entonces, ¿por qué esperar? Para contentar a ambas deidades, la semidragona pidió permiso en su templo para celebrarla allí, ante la mirada de Laira; y, al tiempo, Bippi pidió a su prima Meredith, sacerdotisa de Tymora, que la oficiara. Ni los sacerdotes del templo ni la mediana pusieron objeción alguna, al contrario, se deshicieron en felicitaciones y abrazos.

Además, conocieron a una pequeña elfa de nombre Kassandra, huérfana que había escapado de su horfanato y había terminado rondando el albergue de Rhodesia. No tardaron en estrechar lazos con ella y, poco a poco, se fue haciendo más habitual que la pareja se encargase de ella y la llevase de acá para allá, haciendo que su relación de amistad tomase cada día un cariz parental que iba en aumento, hasta que Lizz y Bippi decidieron adoptarla formalmente. Pero claro, primero ambas debían obtener la ciudadanía, por suerte todo ese proceso ya estaba en marcha, por lo que sería cuestión de tiempo que las tres vivieran juntas en una acogedora casita con un pequeño jardín.

Entre la confección de vestidos y los preparativos de la boda fueron a parar ambas a una extraña compañía, los Flechas Plateadas, dirigida por un elfo todavía más extraño o, al menos, así era como Bippi lo veía. Todo comenzó un día como otro cualquiera, cuando la pareja disfrutaba de una buena comida en la privacidad de una de las habitaciones del Dragón Errante de Rhodesia. De improviso, el fuego de la chimenea comenzó a extenderse por el resto de la estancia pese a los intentos de ambas por sofocarlo. Tuvieron que hacer aparición unos druidas para extinguirlo. Estos curaron las quemaduras de Bippi y trataron, sin éxito, las de Lizz, haciendo palidecer a la pequeña. Sarisel, que había llegado junto con los druidas, ahora las acompañaba con premura al Templo de la Tríada, dónde esperaban poner remedio a las heridas de Lizz y, de paso, obtener alguna respuesta. “¡Corre amorcillo, corre!” instaba Bippi con los ojos tan abiertos que pareciera que se le fueran a salir.

El problema parecía ser su ascendencia dracónica, por ello con la mediana sí había funcionado. El sacerdote de Ilmater les explicó que necesitaba conocer el tipo de criatura que le había causado eso, o podría perder todas sus escamas… ¡o incluso morir!

Cuando volvieron a reunirse con Sarisel, en cuya falta Bippi no había reparado hasta ese momento, les explicó que había regresado a hablar con Curtys, propietario de la posada, para que le facilitase el nombre del comerciante que le había vendido la madera de la chimenea.

Finalmente, dieron con la vendedora y averiguaron que trabajaba para un extraño ser. Una criatura hasta la que ella misma les llevaría poco después, a su manera… pues para comunicarse con ‘eso’ hacía falta realizar un ritual todavía más extraño, o eso le pareció a Bippi que, con el tiempo echándoseles encima, poco recuerda más que los latidos de su corazón resonando acelerados en sus oídos y una horrible sensación de presión en su pecho. Habiendo obtenido la información que necesitaban corrieron de vuelta al templo y, cuando Lizz cayó a las puertas de la ciudad, casi hace caer también a la mediana, del susto. Sin fuerzas para llevarla y con la información que tenían como único remedio, corrió como nunca antes y, abriendo de sopetón las puertas del templo, gritó: “¡Súcubo!”.

Habiéndose llevado un buen susto, pronto formarían la compañía a la que aún hoy día pertenecen, los Flechas Plateadas, promovida por un anciano elfo de Rylin Avel que los animó a unirse para así poder hacer frente a la seria amenaza que descubrirían, les atenazaba. La mediana quedó al instante conquistada por el premio que recibirían por su victoria, según les había dicho el elfo podrían pedir un deseo a algo que llamó “estanque de lágrimas”. Para Bippi, esto suponía algo que había deseado desde que se enamoró de Lizz, poder vivir siempre a su lado. Y es que la diferencia racial haría que la pequeña se reuniera con Tymora mucho antes que su amada, incluso había llegado a plantearse cancelar su enlace con la semidragona, “¡No puedo hacerle eso a mi amorcillo!” se decía. Pero con la promesa del elfo todo había cambiado, ahora tenía una oportunidad que no iba a dejar pasar. Pronto tuvieron que poner sus espadas de nuevo al servicio de la compañía, y Bippi más que nadie iba a darlo todo por la causa pues, en el fondo, lo hacía por lo que más amaba en este mundo, y en cualquier otro.

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